Tenia como ocho o nueve años. En la escuela había una especie de biblioteca ambulante y cada semana se llevaban los libros a diferente salón. Cuando nos tocó a nosotros, tomé el primer libro que tuve a la mano. No recuerdo y el título, menos al autor. Pero recuerdo la trama.
La historia es narrada por un chico de unos nueve años, que, cual película de Hitchcok, se la pasa observando los apartamentos del edificio de enfrente a través de su ventana. Es así que el chico observa como un anciano científico crea una formula que lo convierte en un pequeño de su misma edad. Los dos se hacen amigos y comienzan a pasar por diversas aventuras. Recuerdo una de ellas: entran a un asilo, el niño científico prepara una bebida que convierte a todos los ancianos en niños. Recuerdo también que a ambos les gustaba el hígado. Recuerdo eso, porque a mí si me gusta el hígado, pero hay muchos niños a los que no, y me pareció extraño en aquel tiempo, que alguien escribiera sobre un niño que a un niño le gustaba el hígado. He querido saber el nombre, pero nadie ha podido responderme, nunca lo terminé, porque se llevaron los libros y nunca volvieron a llevarlo.
Me da nostalgia y pena cada vez que me acuerdo.
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