—No es nada personal —dijo Pedro mientras revisaba las correas que sujetaban a su victima a la silla—. Si pudieras girar tu cabeza, a la izquierda verias que alguien nos clava su mirada. Lo que voy a hacer, es para deshacerme de él.
Cuando se hubo cerciorado de que su victima estaba completamente inmovil, Pedro abrio la caja de herramientas que se encontraba a un costado y tomó unas pinzas.
—Creeme, chico, no deseo lastimarte, pero, tengo que hacerlo, solo así me dejara en paz.
Luego de hablar, introdujo las pinzas en la boca del joven y sujetó uno de sus dientes.
—Más vale que grites mucho —dijo y despues jaló con toda su fuerza.
Pedro miró de reojo a su izquierda, una mueca de terror se dibujó en su rostro. Ignorando las suplicas de su prisionero, repitio el ataque. Uno por uno, le arrancó dientes y muelas, hasta que no quedó ninguno.
—No puede ser, no es suficiente —dijo, con la vista fija en el extremo de la habitacion—. Tiene que asquearse de mí.
Se dejó caer en el suelo, frente a la silla. Pegó la cabeza a las rodillas y comenzó a llorar.
—Lleva años observandome. Cuando era niño, yo pensaba que era un monstruo, de alguna forma lo es. Esta conmigo desde mi primera comunión. Se deleitó viendome con mi traje blanco, con mi biblia en la mano. Senti su lasciva mirada tras de mí y me aterré tanto. Fui corriendo con máma y le conté. No me creyó, pero me dijo algo... algo que pense que era verdad.
Pedro se puso de pie. Se desabrochó la bragueta y sacó su pene. Su llanto aumentó
—Mamá dijo que ese monstruo, me dejaria en paz si me portaba bien —dijo, al tiempo que introducia su pene en la boca del muchacho.
—Entonces, yo juré ser un niño bueno. Cumpli esa promesa. —Comenzó a mover su cadera con fuerza—. Pero no se fue. Cada vez su presencia se hacia máslarga.... No dejaba de seguirme, podia sentir su mirada tras de mí todo el tiempo, día y noche... día y noche —empujo con más fuerza.
Pasado un par de minutos, Pedro retrocedio unos pasos. Obervó al joven escupir su semen, mezclado con la sangre que no dejaba de manar de sus encias. Ambos vomitaron.
—No basta —murmuró Pedro—. Sigue ahí.
Se inclinó para sacar un objeto más de la caja, cuando lo encontró, se acercó al chico.
—Nunca dejé de ser bueno y él nunca dejó de perseguirme. Sólo ahora, que ya soy un hombre, he descubierto la verdad. Le obsesiono. Es mi pureza, el que sea tan bueno, practicamente un santo, lo que le atraé. Él es un ser tan vil, tan sucio... jamás sera capaz de realizar algo descente aunque se esfuerze... Quisiera ser como yo. Por eso te estoy lastimando.
Pedro se abalanzo sobre el chico, el objeto que sujetaba era un rayador, comenzo a restregarlo en la cara de su victima con rapides. Cada movimiento de sus manos era acompañado por un grito de agonia y otro de furia.
Las manos de Pedro estaban manchadas de sangre, pedazos de piel se le habian pegado entre los dedos. La imagen lo horrorizo.
—Que dios me perdone por todo esto.
Miró al muchacho. Se encontraba incosciente. Su rostro se habia convertido en una masa roja, sin forma.
—Todo esto... es horrible —dijo Pedro acaricandole la frente—. Pero debo hacerlo, solo si entro en la decadencia dejaré de intersarle, porque, él ya la conoce. La oscuridad es su mundo, eso no llama su atancion... Al menos eso creia... empiezo a dudar, porqué sigue ahí. ¿Lo sientes no? Se que sí, su mirada es terrible, es imposible no percibirla. Un intento más. —Nuevamente se acerco a las herramientas, esta vez cogío un martillo—. No puedo imaginar el dolor por el que estas pasando... pero tú tampoco puedes imaginar el mio.
Se disponia a darle un golpe en la sien, cuando un ruido en el otro lado del cuarto llamó su atencion. Con lentitud se arodilló para dejar el martillo en piso, luego se incorporó y avanzó temeroso hacia el lugar de donde habia provenido el sonido. Se detuvo frente al armario que junto a la silla en la que se encontraba el otro hombre, era el unico mueble que habia en auel lugar. La puerta no estaba completamente cerrada. Pedro terminó de abrirla. Dentro del armario había un maniqui de niño. Este se habia caido. Pedro se limpio la sangre en su camisa para no manchar el traje blanco que llevaba puesto el maniqui al momento de ponerlo de pie. Con cuidado le acomó la corbata y despues volvió a dejar la puerta como al pricipio.
—¿Te diste cuenta? Dejó de mirar por unos segundos —dijo tomando el martillo y un clavo que habia caido de la caja—. Todo esto no sera en vano despues de todo. Unos cuantos más como tú —Pedro puso la puntaa del clavo en el ojo de muchacho— una niñita quiza... y habre caido tan bajo, que le van a dar ganas de mirar a otro lado.
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