Durante siglos fuimos objeto de culto para un gran porcentaje de la humanidad. Éramos los personajes más apasionantes de todos. A pesar de pertenecer a la ficción, miles de hombres habrían vendido su alma por estar enfrente a uno de nosotros, de sentir nuestro roce. Westert Herb era uno de ellos, pero a diferencia del resto, él tenía el intelecto y los recursos para lograr que sus anhelos se cumplieran. Dedicó toda su carrera, su vida entera al proyecto. Tras cincuenta años de trabajo, su sueño se vio cumplido. Creó una camada de verdaderos vampiros: humanoides con una fuerza tres veces mayor a la de la gente común, con la necesidad de alimentarse de la sangre de otros animales y, para ser fiel a los más épicos relatos, incapaces de soportar la luz solar.
A pesar de todo, Herb murió en la soledad y el olvido. Solo nosotros lo recordamos, maldiciéndolo por traernos a este mundo.
Aquí somos la presa. Los humanos tienen armaduras que les dan el poder para desmembrarnos si se les antoja, maquinas que delatan nuestra presencia en todo momento y armas que se consiguen en cualquier juguetería, cuyos efectos son diez veces más intensos que los del sol.
Comenzamos a agrupamos formando clanes, es una forma de protegernos un poco. Yo soy el líder de uno, mis hermanos me llamaron Vlad… pero no soy un guerrero. Mi único merito había sido evitar que alguno de los miembros muriera, hasta anoche.
Verona, la hembra más joven de la familia, salió junto con su cría en busca de alimento. Durante su recorrido, se toparon con un vagabundo solitario. Ella cometió el error de dejar que su hijo atacara y se alimentara primero. Tras apenas un par de segundos de haber mordido a su víctima, el pequeño comenzó a retorcerse. Sus miembros se pusieron rígidos y su vientre se hinchó hasta reventar. La madre ni siquiera tuvo tiempo de llorarle, un grupo de cazadores la rodeó. No estaban interesados en ella, sino en el cadáver. Casi se lo arrebatan, pero luchó con todas sus fuerzas, y logró llegar hasta aquí.
La mayoría están molestos, dicen que debió dejárselos, que comprometió la seguridad de la madriguera al traerlo. Verona se defiende diciendo que no permitiría que mancillaran su cuerpecito con sus asquerosos experimentos. Han preguntado mi opinión, no sé que decir. Evado el tema comentando que lo más importante es saber que le sucedió al vástago. Pero al instante las noticias me dan la respuesta: Jonathan Herb, un pariente lejano de Westert, logró crear una sustancia inofensiva para cualquier persona, pero que al mezclarse con la sangre humana se vuelve toxica para los vampiros, quienes al tener contacto con ella… terminan como el hijo de Verona. Miro a mis compañeros y más que miedo, veo indignación, piensan envenenarnos como si fuéramos ratas y todo lo que podemos hacer es escondernos… como ellas.
Un cuento nuevo, tengo otros mejores pero aun les falta revision, más adelante los colgare
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