lunes, 31 de mayo de 2010

DE PROFESION SICARIO

Aqui dejo el prologo de un cuento más largo. Anselmo es un personaje recurrente en mis historias. Esta es su saga más importante, este fragmento funciona como una historia independiente y es a mi gusto, de lo más grotesco que se le ha ocurrido hacer.




—¡Cállate, carajo! Deberías alegrarte, te he elegido para estrenar mi juego.
Atada de pies y manos, desnuda y adolorida por la paliza que le había dado aquel hombre, lo único que podía hacer era llorar.
—Es muy simple —dijo, mientras arrastraba la mesa de centro hasta ella—. El juego empieza así: tengo dos notas, una en el bolsillo izquierdo de mi saco y la otra en el derecho. Una dice: “ganaste”, la otra: “ya te jodiste”. Si escoges la primera, el juego termina. Te desato y permito que te vayas, lo que sería una novedad, jamás he dejado viva a una de mis víctimas y menos por gusto. Tendría que inventar una buena excusa con tu esposo, pero realmente no me preocupa mucho ese tarado. Si escoges la otra —Hizo una pausa, miró fijamente el rostro de la chica, sonrió y le dio un puñetazo—. Te ves hermosa cuando sangras. Te decía: si escoges la otra el juego sigue. ¿Derecha o izquierda?
—¿Por qué me haces esto?
—Mi nombre es Anselmo y mi profesión, sicario. Tu marido me contrató para matarte, se enteró de tus travesuras con cierto chico.
—¿Por qué me torturas?
—Me divierto, además te estoy dando la oportunidad de salvarte. Te encantan los juegos de azar, ¿no? ¿Derecha o izquierda?
—Derecha.
Anselmo metió la mano en el bolsillo, leyó la nota y se la mostró a la joven. Sonrío al ver su expresión.
—La cosa se pondrá mejor, ya verás.
—No lo hagas, por favor.
—Lo siento, así es el juego, ya te jodiste, pero aún no termina —Levantó el maletín que había dejado en el suelo y lo puso sobre la mesa, sacó de él dos cajas de madera—. Una de estas cajas, tiene una bala de plata... Bueno, la verdad: no es de plata, ninguna mujer vale una de esas. La otra tiene una rata, la pobrecilla está casi muerta de hambre, no ha comido en tres días. Si escoges la caja con la bala, la pondré en este hermoso revolver —Acariciaba el arma con suavidad, mientras se la mostraba a la aterrorizada mujer—, y te dispararé en la sien. La tapa de los sesos saldrá volando, tu cerebro se esparcirá por todos lados, es posible que algo de tu rostro caiga en el mío, eso me excita. Quedarás irreconocible. No es como en las películas que sólo queda un agujero, créeme, lo he hecho cientos de veces. Pero si escoges la caja con la rata, y aunque soy ateo, rezo porque así sea, tomaré a la pequeña Adriana y la meteré en tu vagina. Eso es algo que jamas he hecho, así que no sé con seguridad que es lo que pasará, pero puedo imaginarlo. Primero, debo sacarla con cuidado para que no se escape ni me muerda, luego, tengo que hacerla entrar por tu coño, que por cierto es muy lindo. Como toda buena rata de caño, me imagino que no será el primer hoyo húmedo y oscuro en el que esté. Supongo que percibirá el olor de tus vísceras y tu sangre, ya que seguro te lastimará al entrar. Tal vez intente salir, me emociona la idea de que se revuelva en tu interior, seguro gritarás como nunca y pedirás clemencia. Quizás trate de alimentarse y eso sería aun más divertido. ¡Ahora escoge, hija de puta!
Anselmo sonrió al ver escurrir la orina por la silla. Estaba ansioso por saber cuál de las dos cajas elegiría, pero ella sólo lloraba y repetía una y otra vez que estaba soñando. Se cansó de esperar y la abofeteó.
—Escoge, chingao, escoge una de las dos o te sacaré los ojos, te reventaré los tímpanos, te cortaré la lengua y las manos y me aseguraré que vivas así muchos, muchos años.
—Noooo... por favor... la bala... quiero la bala...
—Es cosa de la suerte ¿Derecha o izquierda?
—Yo... ah... iz... dere... no... izquierda.
Anselmo abrió la caja, observó lo que ahí había, y se lo mostró a su víctima, acabando con la incertidumbre.

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