Armados
de la Guía del autoestopista galáctico, los protagonistas del libro más
divertido de la década continúan sus disparatadas aventuras, que les conducirán
al asombroso Restaurante del fin del mundo. En esta segunda entrega de la
trilogía de Douglas Adams (que por la magia de las paradojas espaciales permite
ser leída en cualquier orden), Ford Perfect, Arthur Dent, Trillian, Zaphod
Beeblebrx y Marvin, el Androide Paranoide, se enfrentan a una tetera automática
de la que sólo mana un líquido asqueroso, al planeta condenado porque sus
habitantes se empeñaron en tener más zapaterías de la cuenta, a un olvidado
transporte espacial cuyos pasajeros, debido a toda clase de estúpidos retrasos,
llevan novecientos años esperando que la nave arranque, y luego al Restaurante
del fin del mundo, situado en el momento del tiempo en el que el universo
entero llega a su estrepitoso final: un inusitado número de cabaret, amenizado
por la música aligera de la orquesta del restaurante. No termina ahí su odisea,
porque a continuación viven otra aventura que les revelará el verdadero origen
de la especie humana.
Hablando
de soltar spoilers en las contraportadas, a la reseña de arriba le corté la
última frase que revela el final, afortunadamente cuando llegué a ese punto,
estaba tan inmerso en la lectura que ni la recordé.
Al iniciar
el libro las situaciones por las que atravesaban los protagonistas no me parecían
tener conexión una con otra, como lo que
suele pasar en los capítulos de los Simpson, en los cuales desde hace tiempo sus escritores sólo se preocupan
por meter la mayor cantidad de disparates posibles en cada episodio. Pero en El
restaurante del fin del mundo, esas situaciones sí tienen gracia y forman parte
de un viaje que lleva a dos de los protagonistas (Trillian y Beeblebrox) a conocer al hombre
que rige el universo, y a los otros dos (Prefect y Dent) a descubrir el origen de
la raza humana.
El
restaurante del fin del mundo me dejó tan buen sabor de boca que estoy decidido
a leer el resto de la trilogía, aunque sean cinco partes.
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