miércoles, 25 de septiembre de 2013

El restaurante del fin del mundo, Douglas Adams








Armados de la Guía del autoestopista galáctico, los protagonistas del libro más divertido de la década continúan sus disparatadas aventuras, que les conducirán al asombroso Restaurante del fin del mundo. En esta segunda entrega de la trilogía de Douglas Adams (que por la magia de las paradojas espaciales permite ser leída en cualquier orden), Ford Perfect, Arthur Dent, Trillian, Zaphod Beeblebrx y Marvin, el Androide Paranoide, se enfrentan a una tetera automática de la que sólo mana un líquido asqueroso, al planeta condenado porque sus habitantes se empeñaron en tener más zapaterías de la cuenta, a un olvidado transporte espacial cuyos pasajeros, debido a toda clase de estúpidos retrasos, llevan novecientos años esperando que la nave arranque, y luego al Restaurante del fin del mundo, situado en el momento del tiempo en el que el universo entero llega a su estrepitoso final: un inusitado número de cabaret, amenizado por la música aligera de la orquesta del restaurante. No termina ahí su odisea, porque a continuación viven otra aventura que les revelará el verdadero origen de la especie humana.



Hablando de soltar spoilers en las contraportadas, a la reseña de arriba le corté la última frase que revela el final, afortunadamente cuando llegué a ese punto, estaba tan inmerso en la lectura que ni la recordé.

Al iniciar el libro las situaciones por las que atravesaban los protagonistas no me parecían  tener conexión una con otra, como lo que suele pasar en los capítulos de los Simpson, en los cuales desde  hace tiempo sus escritores sólo se preocupan por meter la mayor cantidad de disparates posibles en cada episodio. Pero en El restaurante del fin del mundo, esas situaciones sí tienen gracia y forman parte de un viaje que lleva a dos de los protagonistas  (Trillian y Beeblebrox) a conocer al hombre que rige el universo, y a los otros dos (Prefect y Dent) a descubrir el origen de la raza humana.

El restaurante del fin del mundo me dejó tan buen sabor de boca que estoy decidido a leer el resto de la trilogía, aunque sean cinco partes.


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