“Un hombre y dos mujeres: Adriana, la hija de un magnate que
trabaja de bailarina de streaptease y piensa recoger sus experiencias en una
novela, y Clarisa, una joven punk, drogadicta, que vive con sus padres. Y a su
alrededor, una tropa de jóvenes urbanos desencantados, de parados, de
prostitutas, de homosexuales, de chulos, de alcohólicos y asesinos de los bajos
fondos, los más oscuros, de Ciudad de México. Seres a la deriva, empeñados
solamente en cumplir el trámite de sobrevivir, alienados por la pobreza y la
falta de expectativas, inmersos en una sociedad aberrante.”
A lo largo de la obra iremos conociendo a varios personajes,
(la mayoría de ellos mujeres con las que se acuesta el protagonista) rodeados
de prostitución, drogas, homosexualidad, corrupción y decadencia.
Durante las doscientas páginas del libro, asistiremos a infinidad
de antros de mala muerte y recorreremos buena parte del centro del D.F. viendo
como el protagonista y sus amigos se
emborrachan, se drogan y se acuestan - ya sea por gusto o por dinero- con quien
se les cruce en el camino.
Las historias de los amigos del protagonista: Adriana,
Mario, la Bolis, Gildardo y Clarisa, sirven más como relleno y pretexto para el sexo y las drogas que para
otra cosa.
Las mujeres se van turnando para estar con el prota, de una forma que
hace que olvides con quien estaba antes. Las apariciones de Clarisa, por
ejemplo, son tan breves, que el libro bien pudo llevar en el título el nombre
de alguna otra de las chicas.
La novela no me parece mala, sólo creo que tiene mucha paja
y que la elección de la voz narradora fue la peor que se pudo haber hecho: Una
primera persona que ve todo lo que sucede aunque no esté presente y sabe lo que
todos piensan, eso no me permitió olvidar en ningún momento que todo era
ficción
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