De Ana María Vázquez, ya había leído Pan de muerto, obra de teatro
ganadora de un premio en 1991y transformada en cuento el cual no me agradó del
todo.
El protagonista de Pan
de muerto es un hombre que trabaja en una funeraria maquillando a los cadáveres.
Es necrófilo, y su último trabajo es una hermosa mujer que resulta no estar
muerta. La historia arranca mostrándonos el carácter nostálgico e introvertido del prota. Hay algunos
chispazos de humor negro en la primera mitad, pero en la segunda todo se viene
abajo, sobretodo por una muy fallida vuelta de tuerca.
De Ánimas benditas escuché un par de buenos comentarios, así
que decidí darle la oportunidad.
Si Pan de muerto es mala, Animas benditas lo es más. El
personaje principal se parece mucho, tanto en personalidad como en historia, al
de Pan de muerto: un pueblerino no muy bueno para relacionarse con la gente,
que no termina de adaptarse a la ciudad y que guarda un profundo respeto por su
abuela muerta (en la otra es la madre).
La historia es floja desde el principio, (PDM, al menos me
arrancó un para de sonrisas), los
momentos en los que el relato intenta tornarse erótico son bastante fallidos y para el final, la autora
se da cuenta que metió la pata en varios detalles y la forma que utiliza para
corregirlo es cerrar con el terrible recurso de “todo fue un sueño” y ni hablar
de lo mal escrito que está.
No aprendí a la primera, pero seguro que no habrá una
tercera vez.
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