Todo gira alrededor de
Maldoror, joven exacerbado ante la vida y ante Dios, en un ambiente exaltado y
violento. Los encantos y algunos poemas en prosa poética aquí contenidos
reflejan el decadentismo francés; sus páginas están llenas de vida, dignas de todo
interés, contiene confesiones amorosas, un diálogo con el océano (una de las
partes más atractivas), describe extrañas y alucinantes visiones de sangre,
vampiros arañas, mientras el poeta, transformado en animal marino, cuestiona
violentamente a Dios.
Necrofilia, zoofilia y pedofilia también se encuentran en este libro. Maldoror
se describe como un ser más temerario y temido que el mismo Lucifer. Enfrenta a ángeles cangrejos y a dios convertido en
rinoceronte. Tienes sexo con tiburones y niñas muertas, seduce jovencitos para
torturarlos hasta la muerte, y muestra un profundo desprecio hacia lo humano
tan grande como su respeto al mar.
Pero Los cantos de Maldoror no se trata sólo de violencia y
situaciones grotescas, el libro está lleno de pasajes alucinantes, monólogos y diálogos
donde se tratan temas como la pérdida de humanidad, la belleza, lo sagrado, el temor que inspira Dios, el
odio, el amor, la muerte y la naturaleza.
A ratos el libro se torna confuso, sus expresiones un tanto
pesadas y repetitivas, y en ocasiones da la impresión de no tener orden, pero
todo ello obliga a una lectura profunda, después de la cual, si bien es posible
que el lector no lo comprenda del todo, seguramente tendrá que admitir que los
Cantos de Maldoror posee, dentro de todo su violencia y caos, mucha belleza.
Luego de leerlo y confirmar hace cuantos fue escrito, me
pregunto qué diablos hacía yo hace quince años leyendo a tipos estúpidos que se
creían los amos de la transgresión, el gore y auténticos poetas malditos.
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