miércoles, 25 de septiembre de 2013

Cuentos de humor y de horror, Saki.







Me propuse, sin querer, leer cosas con humor. Los cuentos de Saki lo tienen. Un humor que aunque en ocasiones me hizo recordar los cuentos de Twain, es mucho más sutil, sutileza que también es característica en los cuentos de horror.

De los veinte cuentos que contiene el libro, el que mejor impresión me dejo es el titulado Sredni Vashtar, el cual trata sobre un niño huérfano que esta al cuidado de una mujer, su prima. Ella sin razón alguna le odia, y tomando como pretexto proteger la débil salud del pequeño, lo  priva de todas las cosas que podrían causarle cierta felicidad. El niño se refugia en un viejo cobertizo donde viven una gallina y un hurón. La imaginación del chico hará que convierta al hurón en su dios, al que le dedica ofrendas y rezos. La sensación que me produjo el desenlace fue muy similar a la que tuve la primera vez que vi Veneno para las hadas.

El libro, tan sólo por ese relato me deja satisfecho, pero resalto también: Los chistes de Arlington Stringman, La disuasión de Tarrington y La penitencia.

Como dato curioso, un tal Clovis aparece en más de la mitad de los cuentos, casi siempre siendo sólo un testigo o la persona a la que se le narran los sucesos de la trama.


El restaurante del fin del mundo, Douglas Adams








Armados de la Guía del autoestopista galáctico, los protagonistas del libro más divertido de la década continúan sus disparatadas aventuras, que les conducirán al asombroso Restaurante del fin del mundo. En esta segunda entrega de la trilogía de Douglas Adams (que por la magia de las paradojas espaciales permite ser leída en cualquier orden), Ford Perfect, Arthur Dent, Trillian, Zaphod Beeblebrx y Marvin, el Androide Paranoide, se enfrentan a una tetera automática de la que sólo mana un líquido asqueroso, al planeta condenado porque sus habitantes se empeñaron en tener más zapaterías de la cuenta, a un olvidado transporte espacial cuyos pasajeros, debido a toda clase de estúpidos retrasos, llevan novecientos años esperando que la nave arranque, y luego al Restaurante del fin del mundo, situado en el momento del tiempo en el que el universo entero llega a su estrepitoso final: un inusitado número de cabaret, amenizado por la música aligera de la orquesta del restaurante. No termina ahí su odisea, porque a continuación viven otra aventura que les revelará el verdadero origen de la especie humana.



Hablando de soltar spoilers en las contraportadas, a la reseña de arriba le corté la última frase que revela el final, afortunadamente cuando llegué a ese punto, estaba tan inmerso en la lectura que ni la recordé.

Al iniciar el libro las situaciones por las que atravesaban los protagonistas no me parecían  tener conexión una con otra, como lo que suele pasar en los capítulos de los Simpson, en los cuales desde  hace tiempo sus escritores sólo se preocupan por meter la mayor cantidad de disparates posibles en cada episodio. Pero en El restaurante del fin del mundo, esas situaciones sí tienen gracia y forman parte de un viaje que lleva a dos de los protagonistas  (Trillian y Beeblebrox) a conocer al hombre que rige el universo, y a los otros dos (Prefect y Dent) a descubrir el origen de la raza humana.

El restaurante del fin del mundo me dejó tan buen sabor de boca que estoy decidido a leer el resto de la trilogía, aunque sean cinco partes.


El juguete rabiosos, Roberto Arlt





Suelo comenzar siempre con lo que dice la contraportada del libro, pero en está ocasión me salto eso ya que, quien quiera que haya escrito el comentario, tuvo la grandiosa idea de contar el final.

La novela está dividida en cuatro partes, cada una de ellas narra un momento crucial en la vida de Silvio Astier en el cual fracasa. Estos fracasos van moldeando el carácter del protagonista quién al final de la novela  tomará una decisión, de la que no puedo decir gran cosa sin soltar el spoiler del que me quejo al principio, y que todas las reseñas que he leído sobre el libro sueltan como si nada.
Me gustan las reflexiones a las que Silvio llega luego de cada fracaso. Los personajes que rodean a Silvio también son interesantes, en especial Dío Fetente, un viejo triste que prácticamente es esclavo de su jefe,  avaro y mezquino vendedor de libros.
Podría decirse, como bien apunta la introducción que viene en el ejemplar que poseo, que El juguete rabioso es una obra picaresca en la cual no hay redención y que Silvio Astier es un pícaro amargado del siglo veinte.